Una adolescente praguina alza la voz por el Rímac

  Poema de Valeria Vilca 3ero B

Querido río Rímac:

¿Qué te hicieron, mi querido amigo?
Tus aguas tan dulces y bellas
fueron consumidas por tu peor enemigo,
la contaminación, dejando encima sus huellas,
manchandote poco a poco sin piedad
delante de toda la comunidad.
¿Cómo pudo esto ser posible?
Nadie imaginó algo tan horrible,
que pasaría esta terrible situación.
¡Hay que darle a esto una solución!

                     
Tus aguas cambiaron de color.
Cuando te veo, me llenas de dolor.
Me gustaría ayudarte…
  Me gustaría poder salvarte…

 ¡Reunamos a la población!
¡Llamemos a la región!
¡Avisemos a la nación!
¡Y tomemos acción!


El problema del Rímac, los desechos y el olvido

El río Rímac sufre principalmente por el vertido de residuos industriales, desechos domésticos, minería informal y asentamientos humanos que han crecido desordenadamente en sus márgenes. Según reportes de organismos ambientales, se calcula que más del 80% del agua que llega a su cauce está contaminada. A pesar de su importancia vital —ya que abastece a Lima de agua potable—, el Rímac es uno de los ríos más contaminados del país. Esto representa una contradicción alarmante: un río esencial para una ciudad costera y densamente poblada, pero que es tratado como basurero.


Autoridad Nacional del Agua inspecciona río Rímac tras coloración oscura y arrojo de desechos

Una generación que observa y quiere cambiar

Valeria es parte de una nueva generación que no solo observa las consecuencias del cambio climático y la degradación ambiental, sino que también quiere actuar. Su poema es una muestra clara de sensibilidad, pero también de educación, de inquietud por el entorno, de búsqueda de justicia ecológica. Como sociedad, no podemos permitirnos ignorar esas voces.

El poema de Valeria debería ser leído en clases de literatura, pero también en sesiones municipales y congresos. Porque los problemas del Rímac no se resolverán con indiferencia, sino con educación, acción colectiva y voluntad política.

Y quizás, si escuchamos a jóvenes como Valeria, el río hablador volverá a contar otra historia. Una historia de recuperación, de conciencia, y de respeto por la vida.

           

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